Por: Míster Sebastian Felipe Alarcón Páez
“Los mass-media de difusión universal han puesto por las nubes el precio de la libertad de expresión: cada vez son más los opinados, los que tienen el derecho de escuchar, y cada vez son menos los opinadores, los que tienen el derecho de hacerse escuchar”.Eduardo Galeano
El lenguaje, entendido como la capacidad que permite la abstracción, conceptualización y representación de realidades, está íntimamente relacionado con procesos de razonamiento y de cognición en los seres humanos. Los elementos de la vida social constituyen una parte intrínseca de la forma en que se utiliza el lenguaje, cualquier intercambio comunicativo se sitúa en un contexto social que restringe las formas lingüísticas que utilizan los participantes. Por ende, el contexto asume un rol imprescindible en procesos comunicativos de codificación y descodificación que moldean y consolidan interpretaciones de mundo.
Pues bien, en este documento se busca explorar las formas en que los aspectos sutiles del significado y del sentido de las palabras pueden afectar las representaciones mentales de los acontecimientos sociales, y la relación del contexto y la cognición. En este caso, el comunismo como doctrina, adopta su significado atribuido por la sociedad a partir de recursos “informativos” ofrecidos por los medios de comunicación, cuyo uso del lenguaje influye en la credibilidad percibida; valiéndose de significados superficiales que progresivamente se afianzan en el colectivo social. Por tal razón, el uso comunicativo del lenguaje requiere que los participantes vayan más allá de las palabras para extraer el significado deseado del emisor. En consecuencia, este texto propende a la formulación objetiva de un fenómeno que se nos plantea de manera subjetiva: el comunismo.
Cabe señalar que no se pretende asumir una posición política, sino exponer la forma en que los contextos cognitivos y situacionales devienen en la construcción de percepciones generalizadas que tienen efectos en la vida social, desde sensaciones de angustia provocadas por la “presencia de un peligro” hasta sentimientos de desconfianza y repudio absoluto.
En Colombia, el comunismo es percibido en la actualidad como un concepto que debe inspirar terror social y rechazo. Esa sensación promovida desde las élites se fundamenta en el miedo, miedo producido por medios de comunicación que se encargan de mostrar las “consecuencias” de su ejecución en sistemas económicos cercanos y contemporáneos (Venezuela por ejemplo); tergiversando así su sentido semántico con el “chavismo” o “castrochavismo”, y la posible pérdida de la acumulación de la propiedad privada.
Pero, ¿por qué se le teme al comunismo? Para responder esta pregunta es imperativo enmarcar la situación económica del país; Colombia es una nación cuyo sistema económico es capitalista (neoliberal y librecambista), es decir, se basa en la acumulación de riqueza, la libre competencia, y la protección de los derechos individuales -no colectivos-, y de la propiedad privada. Estas dinámicas surgen del proceso de invasión, pues allí no sólo se acabó con algunas cosmovisiones que tenían nuestros pueblos de la llamada Abya Yala, sino que también se alienó la cultura de los pueblos sobrevivientes al marginar a aquellos que se mantuvieron en situación de rebeldía. Nuevos valores fueron instalados con la fuerza de la cruz y la espada, se estableció por encima de lo colectivo, lo particular; por encima de lo comunitario, lo individual; y por encima de lo espiritual, lo racional. Con ello, ideas como la propiedad privada y la defensa de la acumulación, no sólo no son ajenas a nuestra cultura actual –occidentalizada-, sino que se defienden como si fueran naturales.
Bajo este mismo fundamento, el capitalismo logró globalizarse en escenarios de posguerra (Segunda Guerra Mundial), y de esa manera instaurarse en el imaginario colectivo como el sistema económico, político y hegemónico válido; a tal punto que los sistemas opuestos a éste son percibidos como negativos e indeseables. Tras años de capitalismo, en nuestro país (al igual que en la mayoría de los países occidentales) se legitimó la idea de proteger la propiedad privada como bien y derecho de todos, aunque no dado por igual. Sin embargo, han existido brotes de comunismo que nacieron en contextos en donde las condiciones de inequidad resultante de la acumulación, generaron reacciones sociales tales como las guerrillas marxistas leninistas.
El comunismo nacido con la revolución rusa en la primera mitad del siglo XX, toma fuerza con las guerras mundiales, y a pesar de la existencia de otras corrientes políticas anticapitalistas, como el anarquismo, fue el comunismo la doctrina que ganó mayor territorio y poder, transformándose así en la fuente de los miedos de los países capitalistas.
El comunismo se fundamenta en el materialismo dialéctico que propone que el capitalismo no es la única ni la última forma de producción posible. En realidad, sistemas previos y paralelos al capitalismo han demostrado que otras formas de organizar las relaciones sociales derivadas de la forma de producción son posibles.
Además, defiende entre sus tesis que las ideas que se establecen en la sociedad y que ordenan las relaciones sociales (superestructura), proceden de la relación que los hombres construyen derivadas de su relación con el trabajo (transformación de la naturaleza). En ese sentido, una sociedad que se basa en la acumulación de riqueza (capitalismo) devendrá en relaciones de individualismo, egoísmo y competencia; mientras que un sistema de producción que no contemple la propiedad privada sino el uso y usufructo colectivo de los medios de producción, derivará en relaciones sociales más solidarias y colaborativas.
Con base en lo anterior, existen discursos hegemónicos alimentados y reforzados desde varios mecanismos; entre ellos los más importantes (por el poder que obran en la formación de percepción): la educación y los medios de comunicación. Por ende, la importancia del contexto en la intención de comprender cómo son construidos estos discursos, se presenta a continuación desde dos perspectivas de contexto: el situacional, y el cognitivo.
Constanza Moya, en su texto visión panorámica del contexto, enuncia que el contexto situacional “hace referencia a que el lenguaje no tiene existencia al margen de las personas, los lugares, los tiempos, los temas y los medios que lo escenifican” (MOYA, Constanza “Visión panorámica del contexto”. Bogotá. 2011, p.147) Esta noción, incorpora todos aquellos elementos extralingüísticos que dan lugar al funcionamiento de la lengua, y a la relación de esta con una situación, un escenario, o una circunstancia. Por lo tanto, los aspectos sociales y culturales desempeñan un rol altamente influyente en la construcción de este concepto de contexto, los mensajes intercambiados adquieren un significado con base en la realidad que rodea un acto de habla y en los vínculos entre un interlocutor con su medio, y claramente con su cultura.
Del mismo modo, se presenta otra concepción, la cual reformula las perspectivas que se venían desarrollando frente al contexto y lo concibe desde un panorama relativo al conocimiento. Esta corriente lo comprende como una estructura cognitiva y experimental, que permite la comprensión durante la comunicación gracias a los esquemas mentales de un hablante y no sólo a los agentes exteriores a él. Pues bien, los modelos del mundo y la memoria generan una interpretación particular de un enunciado; el procesamiento de este, consiste en extraer información y proporcionarle conocimientos previos.
La escuela reproduce conocimientos históricos del comunismo sin brindar herramientas de análisis crítico del discurso (en este caso mediático), resultando en la asimilación superficial de la realidad, en la mediocridad intelectual y en la naturalización de fenómenos que atentan con la integridad de los individuos. Los procesos educativos reducen sus métodos pedagógicos a enlistar países en donde el comunismo haya fracasado, en donde sus seguidores hayan sido perseguidos y asesinados, pero carecen de construcción crítica de pensamiento que permita considerar estrategias de análisis minucioso de la información expuesta en entornos altamente interactivos.
Así, por ejemplo, el proceso de paz en el país funcionó como uno de los manifiestos del temor que los medios de comunicación han propagado. El panorama de una “Colombia susceptible a la instauración del comunismo”, causó un alto nivel de controversia al considerar posibilidades de transformación legislativa, económica y constitucional. De esta manera, los medios responden a intereses económicos gobernados por empresas financiadoras que, en su lógica de acumulación de capital, serían las principales afectadas ante un sistema comunista.
En este sentido, la idea de ceder la propiedad privada, de paralizar dinámicas comerciales, de obstaculizar la acumulación, y de vivir en un país privado de necesidades “básicas”, representa una transgresión en la normalidad y tranquilidad de un sistema al que ya se está habituado. Entonces, dentro de esta dinámica de poderes, ¿quiénes son realmente aquellos que le temen al comunismo? ¿Los ciudadanos o las grandes empresas? Para el común, este miedo resulta siendo fraudulento, una alteración de la realidad, un resultado de la mediocridad o del vacío del pensamiento crítico del que no se es consciente. Se es víctima del mismo contexto en el que se circula, de la homogeneización ideológica, no por tratarse precisamente del comunismo, sino de la información que se multiplica y tergiversa a través de los medios de comunicación.
Para finalizar, se recalca que este texto no tiene como objetivo hacer una campaña comunista, ni promover los ideales propios de los líderes reconocidos de esta doctrina, por el contrario, busca ser un despertar, uno que nos permita reconocernos como iguales y que nos ayude a combatir la inequidad, la desunión y el egoísmo, factores que indudablemente hacen parte del contexto social (capitalista) en el que nos encontramos en pleno siglo XXI. No digo que el capitalismo la perdición de nuestra sociedad actual, pero sí que haría bien algo de ideas comunistas dentro de las mentes de nuestros dirigentes, educadores y personas del común.